Mieles de abejas nativas sin aguijón se encuentran, la dulzura de la esperanza.
Por María RN Ortiz
«El trabajo en equipo desencadena todo: justicia social, paz, equidad, todo, es la manera como yo lo aprendí en la cooperativa. Cuando empezamos la defensa contra la subestación eléctrica nos decían -están locos, el gobierno ya lo decidió y lo que decide el gobierno se hace- pero respondíamos -lo vamos a intentar, posiblemente sí perdamos pero lo tenemos que intentar- y se paró el proyecto nacional. Por eso pienso que podemos hacer maravillas, allá en Cuetzalan ya lo tenemos fácil porque son 40 años de cooperativismo, pero en otros lados se tiene que empezar, por otros motivos, por otras luchas pero se tiene que empezar».
Con estas palabras Tania Guadalupe García Guerra concluyó el taller de Transformación de productos de la colmena (miel y propóleo) del Baluarte de la miel de abeja melipona Xunancab de la península de Yucatán, en la escuela de agricultura ecológica U yits Ka’an que se encuentra en la comunidad de Maní.
El inicio de una aventura
Tania vive en Cuetzalan del Progreso, química de profesión, coordina el proyecto Tosepan Pajti: Salud para Todos, cooperativa que forma parte de la Unión de Cooperativas Tosepan y que además son guardianes del Baluarte de la miel de abejas nativas Pisilnekmej de la Sierra Norte de Puebla (Scaptotrigona mexicana).
Por esto mismo, García Guerra tuvo la oportunidad de promover el baluarte en el magno evento de Slow Food: Terra Madre-Salone del Gusto 2016, que se celebra en la ciudad de Turín cada dos años. Ahí conoció a Minelia Guadalupe Xiu Canché, meliponicultora que representó al baluarte de la miel Xunancab, se hicieron amigas.
Tiempo después, a raíz del intercambio de experiencias entre guardianes de abejas nativas que se dio en Cuetzalan (leer nota: Las Xunan: las damas que cultivan su historia), Tania propuso elaborar fórmulas exclusivas, lo más amigable posible con el ambiente, de shampoo, cremas, jabones, pomadas, etc., y enseñar las técnicas de preparación a todas las personas meliponicultoras que forman parte del Baluarte en Yucatan.
La experiencia de aprender a transformar
Durante dos días de taller Tania Guadalupe pudo compartir sus conocimientos a 10 representantes de los diferentes grupos que conforman el baluarte, quienes de manera entusiasta aprendieron y probaron sus creaciones.
Fue tal la motivación de practicar lo aprendido, que dos compañeras, Francisca Mo Ya y María Cruz Torres Tzab se quedaron después del taller a elaborar más cremas. Al día siguiente las presentaron envasadas y etiquetadas, confirmando con estas acciones, el éxito de esta iniciativa.
Francisca nos compartió su experiencia:
“Me parececió muy importante, hasta los ojitos me brillaron cuando empecé a ver toda la maravilla que se puede hacer con la miel, yo hacía unas pomadas medicinales, pero estaba confundida, les llamaba cremas y no usaba la miel como en este taller. También me parece importante el uso de plantas medicinales, yo soy promotora de la escuela de mi comunidad, trabajo con mujeres y las invito a cuidar a la madre tierra, porque nos da la vida, nos da de comer. Hoy la gente está fumigando, todo mata, entonces me vuelvo muy sentimental y les digo: -no fumiguen, te imaginas que yo te eche ácido muriático, te va a doler tu cuerpo, así la tierra, hay que cuidarla y apapacharla-”.
Sinfonía entre náhuatl y maya
Asimismo fue posible que Ruben Chico, meliponicultor y socio de la cooperativa Tosepan tuviera la oportunidad de visitar meliponarios mayas:
“Me llevo la experiencia de cómo producen la miel las Xunancab en los jobones, una forma muy bonita porque el jobón tiene un grosor de más de 4 pulgadas y así siento que las abejitas no pasan más calor o frío. Me sorprendió cómo las alimentan, nosotros allá no lo hacemos, las condiciones de la zona maya son diferentes a las nuestras. Se me hace más fácil cosechar en el jobón, que en las ollitas de barro, no se si mis abejas se adapten a un jobón, me gustaría hacer el experimento, ver cómo trabajarían las abejas Pisilnekmej en jobones.”
Ser indígena nahua y conocer a indígenas mayas en sus comunidades, fue para Rubén una gran enseñanza “se siente bien bonito, compartir y convivir con nuestros hermanos mayas, al estar conviviendo con ellos, dormir en sus casas y cenar chicharra yucateca fue muy rico, es inolvidable esta experiencia, seguir esta sintonía de estar contectados los unos con los otros”.
En alianza con Slow Food México
Fueron muchas las muestras de gratitud. Esto se pudo lograr con el apoyo de la Fundación W.K. Kellogg y la vinculación que Slow Food México hace con sus proyectos de Baluartes. Como red seguimos entusiastas para genarar más encuentros que propicien aprendizajes conscientes sobre saberes ancestrales, cooperativismo y cuidado de la biodiversidad. Si se te antoja y quieres apoyar, acércate.
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